Un problema de escala humana, el antropocentrismo

Posted: 26 Mai, 2011 in Política

Hablemos de la escala humana. Existe una hermosa aplicación que puede descargar gratuitamente llamada Celestia. Con ella nos situamos como un viajero espacial, que desde la Tierra puede navegar hasta los límites del universo conocido. Podemos visitar las 100.000 estrellas mapeadas. Le parecerán muchas, aunque solamente en nuestra galaxia, La Vía Láctea, se calcula que deben de haber unos 300 mil millones de estrellas. ¡300 mil millones!. Si viajásemos a la velocidad de la luz tardaríamos 100 mil años en recorrerla de extremo a extremo. Simplemente sobrecogedor.

Si le da pereza dirigir el viaje de exploración, también puede visualizar este video sobre el universo conocido. En él se hace un velocísimo recorrido desde nuestro planeta hasta los límites del propio universo. Y es que tiene límites, aunque a escala humana es como si no existieran.

Precisamente de escala humana quisiera hablar hoy. Se le atribuye a Leonardo da Vinci aquella famosa frase de “el hombre es la mesura de todas las cosas”. Una aseveración que aún siendo totalmente falsa contiene una gran verdad. El ser humano observa entiende y juzga todo ciñiéndose a su escala, que es lo mismo que decir su tiempo.

Supongo que después de echar un vistazo ahí afuera se habrá percatado de que la Tierra es menos que un grano de polvo en la galaxia. Una galaxia que a su vez no es más que una mota de polvo en el cosmos. Visto así, medir todo empleando al humano como referencia resulta algo ridículo, pero sobretodo pretencioso. Y este problema se refleja en como se articula nuestra sociedad. Se da por sentado que el humano es dueño de la Tierra. Se insinúa incluso que sus leyes tienen una base racional. Pero si uno observa la Tierra, de lejos, no puede evitar que le asalte la duda de hasta qué punto todas esas aseveraciones son correctas. Permítame que lo ponga en cuarentena. Como mucho se puede aceptar que nuestra civilización vive asentada en convenciones. Unas convenciones que pueden y deben ser puestas bajo la luz de la crítica.

Quizás este tema le parezca demasiado metafísico, especialmente en estos momentos, en los que mucha gente ya tiene suficientes quebraderos de cabeza como para detenerse a intentar comprender que es exactamente la humanidad. Pero no lo es. Y no lo es porque entre otras cosas me sirve a mí, y a usted también, como cayado sobre el que apoyarse, tan firmemente como el creyente se apoya en su fe. Permite contemplar cualquier cuestión con una cierta perspectiva, con una distancia prudencial que nos permite recordar que somos poco menos que nada. Con la mente en este estado uno puede ver que muchas cosas importantes lo son menos. Y que muchas verdades ya no parecen tan seguras.

Bajemos a la arena política, a la economía. El ser humano lleva siglos en una pugna por el poder político, por el control de la tribu. Lleva siglos inventando maneras de acumular riquezas, no escatimando en la ostentación y haciendo uso de ellas a su vez para controlar su entorno y satisfacer sus deseos. Pero con esta nueva perspectiva, la vida de un reyezuelo cualquiera, por muy magnífica que sea su biografía no es más que un pequeño suspiro. A efectos de escala cósmica, la pasión del ser humano por estas cosas resulta ridícula, míope. Para mí es triste y sintomático que nuestros líderes aspiran tan sólo a un poco de esa gloria, sin levantar sus ojos ni un momento para percatarse de cuan estrechas son las miras con las que tratan de dirigir a la humanidad, al mismo planeta.

Llegados al punto en que ya hablamos en términos de globalización se impone una agenda revolucionaria. El ser humano tiene que evolucionar,no puede permanecer ad æternam en la cuna, sin empezar a dar pasos hacia la madurez de una civilización que no sea un peligro para sí misma y para su planeta. En especial tras autocoronarse rey del mundo, creyendo ciegamente que las reglas que se autoimpone e impone al resto son leyes universales, porque le conviene y acomoda, frecuentemente sin evidencias objetivas de que esto es lo mejor. En todo caso mi balance particular es bastante negativo, puesto que parece que en lo fundamental no nos hemos movido desde los tiempos de Pericles. Sí, ya sé que 2.500 años no son nada, pero ha habido mucho tiempo para reflexionar y, sobretodo, se ha causado mucho sufrimiento inútilmente. El concepto del poder y el buen gobierno sigue siendo básicamente el mismo que el de un macho dominante en una tribu de primates. Es esta manera de entender el mundo la que aborrezco. Por que el mundo es eso y mucho más y, más allá de él, quién sabe lo que será.

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